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jueves, 31 de agosto de 2017

[A vuelapluma] El paraguas ideológico de la yihad





Loretta Napoleoni (1955) es una afamada economista, escritora, periodista y analista política italiana. Autora del libro El fénix islamista (Paidós, Barcelona, 2017), está considerada como una de las mayores expertas en asuntos de la financiación del terrorismo, reconocida internacionalmente por haber calculado el tamaño de la economía del terror en sus estudios e informes. Hace unos días escribía un artículo a raíz de los atentados en Barcelona y Cambrils, en el que exponía la tesis de que desde 2016 el radicalismo global no encuentra ya su cauce en el viaje a Oriente Próximo para construir el califato, sino que se ha visto obligado a operar localmente, dando lugar a que los potenciales combatientes de la Yihad hayan tenido que contentarse con la condición de terroristas.

Para entender realmente la amenaza que representa el terrorismo yihadista para nuestros países, comenzaba diciendo, se hace necesaria una perspectiva de gran angular. Los acontecimientos de Barcelona, aunque no estén directamente relacionados con los de Uagadugú en Burkina Faso, forman parte de una nueva estrategia de terror, nueva en cuanto globalizada. Es paradójico que a nadie se le haya ocurrido antes, pues en el fondo lo que estamos viviendo es una película de terror que comenzó el 11 de septiembre de 2001, cuando Al Qaeda lanzó el más espectacular ataque terrorista transnacional. Que fue también el último.

Desde entonces, el elemento globalizador del terrorismo —financiación en un país, organización del ataque en otro y ejecución en un tercero— ha derivado hacia lo ideológico. El dinero ya no se desplaza de un país a otro, no hay ya grandes financiadores, no existe una dirección centralizada, una especie de gran anciano del terror yihadista que maneja el dinero y los terroristas en un tablero mundial. Lo que sí existe es un paraguas ideológico con vetas nacionalistas, antiimperialistas, un paraguas donde la lucha armada contra los “infieles” es la herramienta para redimir siglos de alienación.

Si el elemento ideológico se ha vuelto predominante se debe también a que, desde el 11 de septiembre, el costo unitario de los atentados terroristas ha caído vertiginosamente. No hacen falta ya inversores, basta con unos pocos miles de euros para provocar una masacre. Nuevos métodos de financiación a nivel local han tomado el relevo, algunos realmente ingeniosos. El atentado de Burkina Faso, donde murieron 18 personas, es el segundo de su estilo. Un comando armado abre fuego en un lugar público, un restaurante, con el objetivo de cosechar tantas víctimas como sea posible.

En ambos casos, se quiso castigar a la burguesía empresarial africana, la que cuenta en definitiva para el proceso de modernización autóctono del continente africano. Lo ingenioso radica en la forma en que estos ataques son financiados por Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), es decir, con el dinero del rescate de los rehenes occidentales, dinero nuestro, por supuesto. Millones y millones de euros entregados a los secuestradores por nuestros Gobiernos. ¿La prueba? Ambos atentados tuvieron lugar pocos meses después de la liberación de rehenes europeos en el vecino Malí, donde AQMI tiene sus cuarteles generales del negocio de los secuestros.

También los ataques de Barcelona dan muestra de la ingeniosidad del terrorismo yihadista. Aunque el ataque haya sido definido como el séptimo desde el comienzo del año que utiliza una furgoneta para atropellar a la multitud, en realidad no era esta la modalidad escogida inicialmente. Parece ser que el plan original era otro: llenar las furgonetas de bombonas de gas y hacerlas estallar entre la multitud o destruir la Sagrada Familia. Pero durante la noche del miércoles, algo salió mal en la casa de Alcanar y se puso en marcha el plan B.

Es probable que los atacantes africanos no tengan relación alguna con los españoles, pero ambos hacen gala de la misma capacidad de adaptación financiera —los controles y las restricciones bancarios introducidos tras el 11 de septiembre no han dado grandes resultados— y logística. Por si no fuera suficiente, matan por las mismas razones: recrear fuera de Oriente Próximo el caos y la anarquía de la guerra. Se trata de una nueva generación de terroristas que podríamos definir como autosuficientes, pues cada grupo está compartimentado desde todos los puntos de vista, hasta el extremo de que usar la palabra “células” resulta incorrecto. Sin embargo, cada grupo obra, se mueve, interactúa bajo un paraguas ideológico bien definido, tejido por la hábil retórica yihadista y empaquetado para el consumo masivo por el marketing del Estado Islámico.

Desde 2016 el radicalismo global no encuentra ya su cauce en el viaje a Oriente Próximo para construir el califato, sino que se ha visto obligado a operar localmente. Los potenciales combatientes yihadistas, los guerreros de Alá, han tenido que contentarse con la condición de terroristas, un estatus social más bajo respecto al “caballero del califato”. No cabe duda de que todos ellos hubieran preferido luchar contra los infieles en su tierra santa y morir en batalla, más que en las aceras de Barcelona o en los restaurantes de Uagadugú. Primero fuimos nosotros los que bloqueamos estos viajes, después fue Al Bagdadi, el califa del Estado Islámico. “Quedaos donde estáis y haced todo lo que podáis, matad a tantos infieles como sea posible”, así exhortaba a sus seguidores extranjeros. Es mejor provocar una masacre en Niza que saltar por los aires en Mosul antes de capitular.

Occidente lucha contra un fenómeno nuevo y dinámico utilizando armas y estrategias arcaicas. ¡Seguimos detenidos en el 11 de septiembre de 2001! No solo no conocemos al enemigo, no queremos cambiar nuestras tácticas de guerra. Ellos, en cambio, están a años luz por delante de nosotros. Basta una simple constatación para demostrarlo. La red yihadista de los terroristas de Barcelona tenía ramificaciones internacionales, el grupo interactuaba con otros yihadistas en Bélgica, Suiza y Europa central. Sus puntos de apoyo estaban en el extranjero, al contrario del antiguo modelo de terrorismo europeo, cuando el núcleo central y el de acción estaban situados dentro de las fronteras nacionales.

Está claro, pues, por qué la aplicación del modelo tradicional antiterrorista, que se limita a las fronteras nacionales, no funciona: porque la naturaleza del terrorismo ha cambiado. Sobre esto a nadie le cabe ya la menor duda. Pero el problema estriba en cómo reformar nuestras armas. Y aquí volvemos al dilema de siempre: la política sigue estando perfectamente contenida dentro de las fronteras nacionales mientras que la delincuencia, el terrorismo, las finanzas, pero sobre todo la ideología del terror yihadista están totalmente globalizados. Sabemos que el dinero de los rescates financia el AQMI y con ese dinero se financiarán ataques donde morirán decenas y decenas de inocentes, pero ninguna institución u órgano supranacional puede impedir que los Gobiernos europeos los paguen u obligarlos a admitir que lo han hecho. Además, ningún Gobierno occidental está dispuesto a delegar un aspecto tan importante de la seguridad nacional y del orden público, a saber, la lucha contra el terrorismo, en un órgano transnacional, superpuesto a los nacionales, un órgano ad hoc que esté en condiciones no solo de tener una amplia visión, de gran angular, de un fenómeno como el terrorista yihadista, sino de actuar en tiempo real; que tenga, en definitiva, la autoridad para hacerlo.

Por lo tanto, en ausencia de una modernización institucional y cultural de la lucha contra el terrorismo, concluye diciendo Loretta Napoleoni, hay que prepararse para un futuro distópico donde la muerte accidental en una avenida, en los cafés, en las playas, donde quiera que uno tenga la desgracia de hallarse, pasará a formar parte de la vida cotidiana.



Dibujo de Eulogia Merle para El País



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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Entrada núm. 3783
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

jueves, 10 de agosto de 2017

[A vuelapluma] La yihad en España





No es frecuente encontrar artículos sobre el terrorismo yihadista firmados al alimón por dos especialistas tan prestigiosos en el tema como Fernando Reinares, director del Programa sobre Terrorismo Global en el Real Instituto Elcano, catedrático en la Universidad Rey Juan Carlos y Adjunct Professor en la Universidad de Georgetown, considerado una autoridad mundial en ese campo, y Carola García-Calvo, investigadora principal de Terrorismo Internacional en el Real Instituto Elcano y profesora asociada en la Universidad Pontificia de Comillas. Pero esta vez lo hacen, en El País, para hablar sobre el fenómeno de la radicalización yihadista en España.

El 78% de los 178 individuos detenidos de 2013 a 2016 por actividades de terrorismo, comienzan diciendo, se radicalizaron en tan sólo cuatro demarcaciones administrativas: la provincia de Barcelona, Ceuta, Madrid con su área metropolitana y Melilla. El fenómeno de la radicalización yihadista que desde el inicio de la guerra civil siria se ha extendido —si bien con distintos grados de intensidad— a numerosos países de Europa Occidental, denota una peculiaridad común a todos ellos. En vez de afectar de un modo uniforme a sus respectivas poblaciones musulmanas, incidiendo sobre ellas de manera proporcional al tamaño y la distribución territorial de las mismas, tiene lugar en bolsas dentro de determinadas áreas geográficas. Así ocurre también en el caso de España. En estas cuatro demarcaciones reside poco más de la tercera parte de los musulmanes que viven en España, por lo que el porcentaje de detenidos que se radicalizaron en ellas duplica con creces al de su población musulmana respecto al total nacional.

A partir de esta constatación, que viene a corroborar la tendencia general europea desde 2012, en el Programa sobre Terrorismo Global del Real Instituto Elcano hemos aislado dos factores cuya incidencia resulta decisiva para entender mejor cómo se configuran esas bolsas de radicalización y explicar por qué algunos musulmanes atraviesan este proceso de transformación cognitiva que conduce a la implicación terrorista mientras que otros, con características sociodemográficas similares, no lo hacen.

El primero de esos dos factores tiene que ver con el hecho de haber estado bajo la influencia de algún agente de radicalización. Nueve de cada diez de los mencionados detenidos en España terminaron por hacer suyas las actitudes y creencias propias del salafismo yihadista en contacto con uno o más de esos agentes, que les guiaron a lo largo del proceso. Este contacto supuso por lo común una interacción cara a cara y con mucha menor frecuencia una interacción básicamente online.

Para la mitad de los detenidos radicalizados cara a cara con uno o más agentes de radicalización, estos últimos fueron activistas, a menudo individuos cuya implicación terrorista dentro o fuera de España les confería cierto carisma, pero también sujetos cuya superioridad entre quienes eran objeto de su adoctrinamiento derivaba de otras fuentes. Amigos, figuras religiosas y familiares destacan además como agentes de radicalización para los detenidos que tuvieron contacto físico sostenido con ellos.

Activistas resultaron ser también el tipo de agente de radicalización más habitual entre los detenidos radicalizados online. Pero, en un número muy notable de estos casos, el papel de agente de radicalización correspondió a personas a las que cabe describir como pares o iguales. A diferencia de lo ocurrido en procesos que supusieron contacto cara a cara con algún agente de radicalización, las figuras religiosas desempeñaron ese rol en muy contadas ocasiones para los detenidos radicalizados mediante Internet y las redes sociales.

El segundo de los factores aludidos se refiere a los vínculos sociales previos que los detenidos tenían con otros individuos asimismo radicalizados. Esos vínculos sociales previos, con detenidos en España y con combatientes terroristas extranjeros de nacionalidad española o marroquí —residentes en España o en Marruecos— se dieron, durante el reciente periodo de cuatro años que cubre nuestro estudio, en hasta siete de cada diez casos.

Una gran mayoría de los detenidos que habían desarrollado esos ligámenes interpersonales con algún otro detenido o combatiente terrorista extranjero se radicalizaron en un entorno bien mixto, es decir online y offline, bien en un entorno principalmente offline. En marcado contraste con este dato, ocho de cada diez de los detenidos que carecían de esos lazos sociales previos al comenzar su radicalización transcurrieron el proceso en un entorno básicamente online.

Estos lazos afectivos entre los detenidos se basan en relaciones de vecindad, amistad y parentesco. Estas tres diferentes variedades de vínculos interpersonales pueden combinarse entre sí. Los casos en que se trataba de relaciones en la misma localidad de residencia son los más frecuentes, seguidos por los de vecindad en el propio barrio que habitaban, por vínculos sociales previos basados en relaciones de amistad y por los que estaban basados en relaciones de parentesco, especial pero no únicamente entre hermanos y hermanas.

La importancia del contacto con algún agente de radicalización remite, por una parte, a la relevancia de la ideología en el proceso que conduce a la implicación en actividades de terrorismo yihadista. La reiterada existencia de vínculos sociales previos, basados en vínculos de amistad, vecindad o parentesco, subraya, por otra parte, la relevancia de las redes locales, constituidas en base a lazos interpersonales y comunitarios, que facilitan la movilización yihadista.

Considerados de manera conjunta, ambos factores sugieren cómo la radicalización yihadista está estrechamente asociada a interacciones sociales en espacios delimitados mediante las cuales determinados individuos hacen suyas ideas que justifican el terrorismo.

En suma, los resultados de nuestro estudio permiten apreciar cómo se vehiculan las actitudes y creencias que justifican el terrorismo yihadista, al tiempo que avanzan en la comprensión de por qué se aglomeran los individuos que discurren por el proceso de radicalización.

Estos hallazgos tienen dos claras repercusiones en el ámbito de la política antiterrorista. Primera: para prevenir esa radicalización resulta clave la detección de los agentes que la promueven y su neutralización mediante una actuación coordinada de los servicios policiales y de inteligencia junto con las autoridades judiciales. Segunda: el Plan Estratégico Nacional de Lucha contra la Radicalización Violenta (PEN-LCRV) debe evitar una dispersión de esfuerzos institucionales, priorizando las demarcaciones y los ámbitos donde tienden a concentrarse esos procesos.



Dibujo de Eduardo Estrada para El País


Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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Entrada núm. 3718
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