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lunes, 10 de julio de 2017

[A vuelapluma] Fe en la Unión Europea





De no mediar una refundación con entidad suficiente se nos complicará el futuro comunitario. Alemania, Francia, España e Italia deben abanderar el proceso, desarrollar grandes reformas e impulsar una Europa de varias velocidades, escribía en El País hace unas semanas Josep Antoni Duran i Lleida (1952), político español de ideología democristiana y catalanista, que fue vicepresidente de la Internacional Demócrata Cristiana, presidente de Unión Democrática de Cataluña, secretario general de Convergencia y Unión, presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso durante más de once años y miembro del Parlamento europeo. Se supone que sabe de lo que habla. 

"Todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas...”. Palabras de Alonso Quijano, que Cervantes recoge en la primera parte de Don Quijote, tras atacar el hidalgo ovejas y carneros en un fantasioso arrebato contra Alifanfuón y que me parecen útiles para abrir una reflexión sobre la UEl comienza diciendo. Lejos de las noveladas andanzas del ingenioso protagonista, la cronología política europea de los últimos meses recuerda el axioma cervantino de que el mal, como el bien, no es posible que sean eternos.

Efectivamente, hace tan solo tres meses, la Unión Europea estaba amenazada por negruzcas borrascas. A los nubarrones del Brexit y de Trump, se superponía el posible triunfo de la extrema derecha en Holanda y en Francia. Afortunadamente, la realidad nos va alejando de las amenazas de un cosmológico Big Bang europeo. Primero fue en los Países Bajos donde se noqueó al populismo xenófobo y eurófobo de Wilders. En el siguiente round, Macron derrotó a la Le Pen en las presidenciales francesas. Y recientemente, May y las posiciones a favor de un Hard Brexit, han salido debilitadas de las urnas británicas.

Pero aunque las borrascas se hayan alejado momentáneamente del cielo europeo, los males que aquejan al proyecto común no se solucionarán por sí solos. El Papa Francisco, en su discurso ante los dirigentes europeos reunidos para conmemorar el 60 aniversario de Tratado de Roma, evocó la fe que los líderes de la época tuvieron en las posibilidades de una Europa mejor, recordando que “no pecaron de falta de audacia y no actuaron demasiado tarde”. Estos dos conceptos, audacia y diligencia son a mi juicio, claves del moméntum europeo. Hace pocos días tuve la ocasión de participar en un acto en Madrid convocado entorno al sugerente dilema de Refundación o desintegración. No me cabe la menor duda, como allí manifesté, que de no prosperar la primera opción se produciría inevitablemente la segunda. No es que sea pesimista, sino que ejerciendo de realista estimo que de no mediar una refundación con entidad suficiente, se nos complicaría ese futuro europeo en el que siempre he tenido y sigo teniendo fe.

¿Cuándo debe impulsarse esa audaz y pronta refundación? No antes, como es lógico, de las próximas elecciones alemanas. Pero tampoco mucho después. Gane Merkel o lo haga Schultz, el próximo Gobierno alemán será sólidamente europeísta. Habrá llegado el momento de la verdad. O se avanza o nos quedaremos divididos y fuera de juego del concierto internacional. Alemania debe ser motor de la refundación y sería bueno que renovara el compromiso que el año 1951 Adenauer expresó solemnemente con estas palabras: “Nuestros planes no son egoístas”.

Francia debe acompañar a Alemania en este proceso. Históricamente la Unión Europea ha profundizado en sus objetivos cuando el eje franco-alemán ha tenido el buen engrase de las relaciones personales de sus líderes. Ahora les toca a Macron y a Merkel. Hoy, por el momento, la UE no esta equilibrada, ya que tiene un exceso de peso de Alemania, pero Francia no podrá participar en el liderazgo sin antes reforzarse y modernizarse para recuperar la fuerza perdida. Si Macron no emprende las reformas económicas que sabe que su país necesita, quedará lastrado para este enorme reto. Hoy, además, ya no es suficiente la asociación privilegiada entre Francia y Alemania para liderar una acción transformadora. La UE de los 27, no es la de los 6 del Tratado de Roma, ni la de los 12 del de Maastricht. España e Italia deberían incorporarse al núcleo impulsor de la refundación europea. Aunque sería óptimo contar también con Polonia, atendiendo así la realidad del Grupo de Visegrado. Soy consciente de que estoy proponiendo un núcleo intergubernamental, a la par que defiendo que Europa debe dejar de pensar en términos nacionales. Algo realmente contradictorio, pero difícilmente se podrá llegar hoy a políticas de ámbito comunitario sin contar con los Gobiernos.

Para sumarse a este liderazgo, tanto Italia como España necesitan también resolver sus problemas internos. Italia tiene reformas estructurales pendientes. España está más avanzada en lo económico, pero le sobran problemas políticos. La corrupción debilita al Gobierno y la incapacidad de unos y de otros de crear un clima de sosiego, estabilidad y diálogo entre las principales fuerzas políticas disminuye la capacidad de liderazgo. Pero me temo que no sea simplemente esto lo que nos falte. Da la sensación, de que no acabamos de asumir con hechos que no sólo podemos, sino que debemos ser también referente del núcleo refundador de la Unión Europea.

El proceso de refundación debe emprenderse tan pronto como Alemania tenga un Gobierno. Y si Alemania junto con Francia, más España e Italia, deben ser sus impulsores habrá que concretar el cómo y el qué. Aunque se presente como una novedad, que no lo es, la Europa de varias velocidades debe ser el método a seguir. Empezando por profundizar la integración en la zona euro, consolidando como irreversible la moneda común sin que esto sea excluyente de nadie. El tren europeo debe seguir su marcha y a bordo subirán los que quieran.

No obstante, concluye diciendo, para que la refundación no quede en grandes discursos, será mejor avanzar en aspectos concretos como Schuman proponía. Acompasar grandes reformas con propuestas más sencillas: Unión Fiscal y lo que precise la consolidación de la Unión Económica, descompensada hoy de la Monetaria; defensa común, que la ausencia de británicos puede facilitar; mutualización de la deuda, al menos del 60% permitida por Maastricht, tal como en su día aconsejó Felipe González; elección de un presidente por la ciudadanía, que lo sea de la Comisión y del Consejo; concordar la Europa del Norte con la del Sur, la del Este con la del Oeste; conciliar Schengen con la lucha contra el terrorismo; protegerse mediante acciones comunitarias —no estatales— del terrorismo con una inmigración ordenada, aceptando refugiados ... Y al mismo tiempo, medidas como las que propuso recientemente en Madrid el expresidente del Consejo de Ministros Italiano, Enrico Letta, creando un Erasmus a nivel de bachillerato o constituyendo una circunscripción electoral europea con los 73 escaños que deja libre Gran Bretaña. Todo, menos seguir igual. La timidez europeísta es también nuestra adversaria.




Dibujo de Eulogia Merle para El País



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



HArendt






Entrada núm. 3624
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

lunes, 22 de mayo de 2017

[Especial] Cataluña, España: La democracia no funciona así



La cúpula del independentismo catalán


Con o sin referéndum la Generalitat tiene ya preparado el mecanismo para activar la secesión inmediata de Cataluña del resto de España si el Gobierno central impide que se celebre la consulta para la independencia, prevista para finales de septiembre o principios de octubre. El País ha tenido acceso al borrador secreto de la Ley de Transitoriedad Jurídica, la conocida como ley de ruptura. Se trata de un documento que aspira a funcionar como constitución provisional catalana durante el plazo de dos meses que, según recoge el mismo texto, tendría el Parlament para poner en marcha un proceso constituyente que desembocara en la "república parlamentaria" de Cataluña. "Si el Estado español impidiera de manera efectiva la celebración del referéndum, esta ley entrará en vigor de manera completa e inmediata cuando el Parlamento constate este impedimento", afirma la disposición final del borrador.

En el mismo número del diario citado, de hoy lunes, 22 de mayo, el que fuera portavoz de Convèrgencia i Unió en el Congreso de los Diputados durante varias legislaturas, Josep Antoni Duran i Lleida, escribeEsto va de democracia. El independentismo practica una continua perversión de conceptos y principios. Confunde legalidad con legitimidad y, si bien existen marcos legales diversos, el catalán debe ajustarse al español, y éste al europeo. 

El título de este artículo, añade Duran y Lleida, y los lemas que del mismo se derivan los tomo prestados del documento que la plataforma Puertas Abiertas al Catalanismo presentó recientemente en el Colegio de Abogados de Barcelona. No pretendo plagiar sus ideas o propuestas. Si éste fuera mi interés, me imagino capaz de hacerlo con más disimulo. No, no es ésta mi intención. Sencillamente, sin complejo alguno y con descaro, pretendo asumir la letra y el espíritu de su proclama.

Me parece importante remarcar que, sigue diciendo, si bien el mencionado acto se convocó con el reclamo “Esto va de democracia”, el manifiesto presentado viene prologado por un enunciado tan diáfano como sugerente: “Contra la ley, no; solo con la ley, tampoco”. A esta máxima le sigue una frase que sintetiza la esencia del escrito presentado en sociedad: “No degrademos nuestras instituciones ni saltándonos el Estado de derecho ni bloqueando los cambios que son necesarios y posibles”.

El manifiesto, continúa Duran y Lleida, tiene una doble intencionalidad: proclamar alto y claro que “ley y democracia no pueden ser presentados como términos contradictorios” y que “la veneración a la ley y su petrificación” no beneficia al bien común. Para hacer cumplir la ley está la Justicia; para adaptarla a los cambios sociales contamos con el Parlamento, y para la resolución de conflictos, como es el caso de la “cuestión catalana”, necesitamos la política. Y cuando ésta falta, como sucede ahora, el desequilibrio resultante esteriliza las posibles soluciones al conflicto.

En cuanto al respeto a la ley, afirma tajante, el independentismo practica una continua perversión de conceptos y principios. Se confunde legalidad con legitimidad y se presenta la democracia como valor superior a la ley. Pues bien, no hay democracia sin respeto a la ley. Es más, lo que no es legal no es democrático. Puede haber Estados de derecho sin democracia, pero nunca democracias sin Estado de derecho. La arquitectura legal de nuestra democracia está diseñada en la Constitución. No existen legalidades en plural, y distintas, como pregona el independentismo para amparar sus acciones en una supuesta legalidad catalana. Existen marcos legales diversos, pero el catalán debe ajustarse al español, y éste, al europeo.

¿Es mucho pedir, de quienes quieren construir un nuevo Estado, que dejen de enmarañar y muestren respeto por la ley?, se pregunta. ¿No se dan cuenta de que la cultura de la desobediencia cupera —lógica y coherente en sus compañeros de navegación hacia Ítaca— es lo más corrosivo para cualquier Estado, nuevo o viejo, hecho o por hacer? ¿No son conscientes de que con ello pulverizan la legitimidad de sus propuestas ante la sociedad española y ante la comunidad internacional? Y todo por una razón muy clara: ¡No hay legitimidad sin legalidad!

¿No se percatan de que incluso cuando evocan el axioma de la Transición “de la ley a la ley”, añade, olvidan que lo que se quería entonces evitar era cualquier indicio de ruptura institucional? ¿No recuerdan que la reforma de la ley franquista se hizo desde las mismas Cortes franquistas? Justo lo contrario de lo que ahora se pretende: ruptura y urdir ésta desde el Parlament de Catalunya y no desde las Cortes Generales.

El presidente Carles Puigdemont dicta hoy una conferencia en el Ayuntamiento de Madrid, comenta seguidamente. No comparto las críticas a la alcaldesa Manuela Carmena. Permitir que alguien se exprese libremente forma parte de uno de los derechos básicos de nuestro Estado de derecho. Otra cosa sería coadyuvar a materializar objetivos que pudieran transgredir la legalidad. Sin embargo, sí creo criticable dicha conferencia por otras razones. Como de lo que hablamos es de democracia, ésta va mas allá del respeto al principio de legalidad. La democracia exige asimismo un respeto a sus propias formas. Y este respeto también escasea en el llamado “proceso”.

No es de recibo, señala, que para presentar el balance de su primer año de gobierno, el president Puigdemont sustituyera el Parlament de Catalunya por el patio de butacas del Teatro Romea de Barcelona. Allí anunció a los invitados que “empezaba una nueva era” y que todo estaba ya preparado para la constitución de la República catalana: la Ley de Transitoriedad Jurídica y las estructuras de Estado. Eso sí, sin entrar en detalles. Como la “astucia” exige no dar pistas a España, el Parlamento catalán no cuenta, y si sus señorías quieren saber algo de los planes del Gobierno —aunque sea poco—, que acudan de figurantes al teatro. El secretismo se impone a la transparencia. Y si para ello hay que reformar el Reglamento a golpe de mayoría, aunque ésta roce el larguero, se reforma y punto. ¿Democracia de baja intensidad? No. ¡Falta de democracia!

Hoy parece que conoceremos por boca de Puigdemont sus planes sobre el referéndum, dice. Otra vez, los miembros del Parlament conocerán sus intenciones a través de los medios de comunicación. Se dialoga y se acuerda con la ANC y con Òmnium Cultural, pero no con la oposición. Un desprecio y una falta de respeto a la democracia parlamentaria. Aunque a veces pienso que para hacer comedia, mejor el teatro que el Parlament. En fin, nada debe sorprendernos de quienes están dispuestos a declarar unilateralmente la independencia con 72 escaños, cuando para aprobar una ley electoral se necesitan 90. Aunque es probable que lo que hoy se pretenda es ganar tiempo. ¡Qué fatalidad la de jugar con los tiempos en un tema de tanta trascendencia y que divide a la sociedad! A unos les sobra y dejan que pase, y a otros les falta y procuran ganarlo.

Pero solo con la ley, afirma, no se resuelve el principal problema político que hoy tiene España. Ni el camino de la judicialización, ni el quietismo ofrecen esperanza alguna. Solo la propuesta política, el diálogo, la transacción y el pacto abren las puertas de la confianza. Alguien tiene que ser el primero en dejar de lado la negligencia. Y en este caso es el Gobierno de España el que tiene que dar el primer paso. Sencillamente, porque es el más fuerte de los contendientes.

“Contra la ley, no; solo con la ley, tampoco”. Las instituciones se degradan tanto vulnerando el Estado de derecho como impidiendo los cambios necesarios y posibles. Las instituciones políticas, y de éstas estamos hablando, también se degradan cuando se deja de hacer política. Y desgraciadamente es lo que está pasando. Aquí y allá, concluye diciendo Duran y Lleida. 

¡Toc, toc!... ¿Cataluña?, ¿España?: ¿Hay alguien ahí?... ¿Entre la locura de unos y la impasibilidad de otros, no hay nadie con cordura suficiente para encontrar un punto medio que satisfaga a la mayoría?..., me pregunto desde mi ingenuidad...








Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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