jueves, 4 de enero de 2018

[Un clásico de vez en cuando] Hoy, con "Las coéforos", de Esquilo





En la mitología griega, Melpómene (en griego Μελπομένη "La melodiosa") es una de las dos Musas del teatro. Inicialmente era la Musa del Canto, de la armonía musical, pero pasó a ser la Musa de la Tragedia como es actualmente reconocida. Melpómene era hija de Zeus y Mnemósine. Asociada a Dioniso, inspira la tragedia, se la representa ricamente vestida, grave el continente y severa la mirada, generalmente lleva en la mano una máscara trágica como su principal atributo, en otras ocasiones empuña un cetro o una corona de pámpanos, o bien un puñal ensangrentado. Va coronada con una diadema y está calzada de coturnos. También se la representa apoyada sobre una maza para indicar que la tragedia es un arte muy difícil que exige un genio privilegiado y una imaginación vigorosa. Un mito cuenta que Melpómene tenía todas las riquezas que podía tener una mujer, la belleza, el dinero, los hombres, solo que teniéndolo todo no podía ser feliz, es lo que lleva al verdadero drama de la vida, tener todo no es suficiente para ser feliz.

Les pido disculpas por mi insistencia en mencionar a los clásicos, de manera especial a los griegos, y de traerlos a colación a menudo. Me gusta decir que casi todo lo importante que se ha escrito o dicho después de ellos es una mera paráfrasis de lo que ellos dijeron mucho mejor. Con toda seguridad es exagerado por mi parte, pero es así como lo siento. Deformación profesional como estudioso de la Historia y amante apasionado de una época y unos hombres que pusieron los cimientos de eso que llamamos Occidente.

Continúo la sección de Un clásico de vez en cuando trayendo trayendo al blog la tragedia titulada Las coéforos, de Esquilo, que pueden leer en el enlace inmediatamente anterior.

Esquilo (525-456 a. C.) fue un dramaturgo griego, predecesor de Sófocles y Eurípides. Es considerado como el primer gran representante de la tragedia griega. Nació en Eleusis, Ática, lugar en el que se celebraban los misterios de Eleusis. Pertenecía a una noble y rica familia de terratenientes. En su juventud fue testigo del fin de la tiranía de los Pisistrátidas en Atenas. Fue uno de los «Maratonómaco», luchando en las batallas de Maratón, Salamina y Platea en las guerras médicas.

Alguna de sus obras, como Los persas (472 a. C.) o Los siete contra Tebas (467 a. C.), son el resultado de esas experiencias de guerra. Fue también testigo del desarrollo de la democracia ateniense. En Las suplicantes (463 a. C.), puede detectarse la primera referencia que se hace acerca del poder del pueblo, y la representación de la creación del Areópago, tribunal encargado de juzgar a los homicidas. En Las euménides (458 a. C.), se apoya la reforma de Efialtes (462 a. C.), transferencia de los poderes políticos del Areópago al Consejo de los Quinientos.

Escribió ochenta y dos obras, de las que sólo se conservan siete, seis de ellas premiadas, y fragmentos de otras tantas. De la importancia de su obra da fe el hecho de que se permitiera que sus obras fueran representadas y presentadas en el agón («certamen») en los años posteriores a su muerte, junto a las de los dramaturgos vivos; un honor excepcional ya que era costumbre que las obras de los autores fallecidos no se pudieran presentar al agón.

Las coéforos, junto a Agamenón y Las euménides, forma parte de la trilogía Orestía, y permite ver el planteamiento y desarrollo dramático de una saga mítica desde su comienzo hasta su culminación, posibilitando que todos los recursos dramáticos y expresivos del autor puedan contemplarse integrados en un mosaico perfecto que convierten la trilogía  en una obra maestra de la literatura universal. 

Las coéforos (no coéforas) eran las "portadoras de vasijas" para las libaciones. El título de esta tragedia hace referencia al coro de prisioneras troyanas que llevan los recipientes para las libaciones sobre la tumba de Agamenón. La obra es un triste capítulo de venganza familiar cuyos preámbulos vimos en Agamenón la pasada semana. Orestes, hijo de Agamenón y Clitemnestra, vuelve a Argos después de una larga ausencia, y tras reconocer a su hermana Electra en el grupo de mujeres que ofrenda libaciones al rey asesinado, le cuenta que Apolo lo envía a cumplir la venganza del padre en la persona de Clitemnestra y de su amante. Esquilo, frente a Sófocles y Eurípides, que también trataron el tema en sus respectivas Electra, prefiere al personaje de Orestes como brazo ejecutor de algo más que una simple venganza: la justicia de Zeus y el castigo de los impíos en el que la figura de Electra induce a la venganza a un hermano poco titubeante y menos aún falto de resolución ante los ruegos y el pecho de una madre desesperada. Disfrútenla.






Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



HArendt






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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)