jueves, 31 de agosto de 2017

[Píldoras literarias] Hoy, con "100", de Ana María Shua






La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? 

Continúo la serie de Píldoras literarias con el relato titulado 100, de la escritora argentina Ana María Shua (1951). Comenzó a publicar a los 16 años, con su libro de poemas El sol y yo. En 1973 obtuvo el título de Profesora en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Vive en París entre 1975 y 1977. En 1980 ganó el premio de la editorial Losada por su primera novela Soy paciente. Al año siguiente apareció su primer libro de cuentos Los días de pesca. En 1984 tuvo su primer éxito de venta con Los amores de Laurita, y en ese mismo año pudo publicar La sueñera (microrrelatos), que había empezado a escribir diez años antes. En 1994 obtuvo una beca Guggenheim para escribir su novela El libro de los recuerdos, sobre una familia judía en la Argentina. Ha trabajado como periodista, publicista y guionista de cine, adaptando algunas de sus novelas. Su novela La muerte como efecto secundario (1997) integró la lista de las cien mejores novelas publicadas en lengua española en los últimos veinticinco años, según el Congreso de la Lengua Española celebrado en Cartagena de Indias en 2007. Ha escrito también literatura infantil, publicada en todo el ámbito de la lengua española, recibiendo numerosos galardones internacionales. Sus cuentos y microrrelatos figuran en antologías publicadas en todo el mundo.

Les dejo con su minirrelato 100, publicado en La sueñera (1996). Tiene diecisiete palabras y dice así: 


Mientras Aladino duerme, 
su mujer frota dulcemente su lámpara maravillosa. 
En esas condiciones, 
¿qué genio podría resistirse?





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



HArendt






Entrada núm. 3782
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)