domingo, 7 de abril de 2013

España en crisis: ¿Queda algo en pie?





La línea sucesoria de la monarquía




Mi siempre admirada Elvira Lindo pone en su cita semanal conmigo y con sus lectores en "La marca Infanta" (El País, 7/3/2013) la guinda que le faltaba al pastel: "Si la verdad es inquietante, que todas las instituciones están tocadas, más peligroso sería ocultarla".

Es la misma opinión, en esencia, que José Juan Toharia, doctor en Derecho, sociólogo, profesor en las universidades de Yale (Estados Unidos) y Autónoma de Madrid y presidente de Metroscopia, el más prestigioso de los institutos de opinión pública españoles, mantiene en su artículo "Qué está en crisis y qué mantiene a España" (El País, 6/3/2013) en la que expresa que, a pesar de la profunda crisis política que asola a todas las intituciones españolas, desde la Corona y el gobierno, hasta los partidos y el parlamento como representación de la democracia, la sociedad civil sigue viva y fuerte entre los españoles y hay lugar para la confianza.

Leyendo ayer el fiasco en que ha acabado el proceso iniciado en Islandia en 2009: "La Constitución ciudadana de Islandia acaba congelada" (El Diario.es, 4/4/2013), que tantas semejanzas y disimilitudes guarda con el que estamos viviendo en España, me dio por pensar en lo que Hannah Arendt, que tanto y tan bien estudió los procesos revolucionarios de la era moderna en "Sobre la revolución" (Alianza, Madrid, 1988) hubiera podido escribir sobre este momento de cambio que estamos viviendo.

Pienso que la experiencia islandesa, la española, la crisis italiana, la de Chipre, la que acaba de abrir el Tribunal Constitucional portugués, y la que se cierne sobre las instituciones de la misma Unión Europea, deberían llevarnos a unas pocas conclusiones válidas desde las que partir de nuevo:

1. Que la democracia es perfectible pero que es, sin duda, el menos malo de los sistemas de gobierno.

2. Que la democracia es representativa o no es democracia. No ha lugar para la democracia directa, pero sí para profundizar en una mayor participación ciudadana en todas las instituciones que la conforman.

3. Que no hay democracia posible al margen de los partidos políticos y de una prensa libre (no sometidos a imperativos económicos, financieros o sociales ajenos a la propia ciudadanía) como instancias representativas.

4. Que si lo que no funciona son los partidos, la prensa o las instituciones representativas, son estas las que deben modificarse, abrirse y democratizarse por la fuerza de la ley, y no poner en cuestionamiento la propia esencia de la democracia, que no es otra que la expuesta.

Álvaro Delgado-Gal, escritor, físico, profesor de filosofía y director de Revista de Libro, en su artículo "¿Nos representan los partidos?", en el último número de la misma (marzo-abril, 2013) lo deja meridianamente claro.

Otro artículo, del escritor y abogado José María Ruiz Soroa: "¡Son las instituciones!" (El País, 14/4/2013) pone el punto de mira de la crisis institucional que vivimos en la irresponsable actitud de los partidos que colonizan, más que ocupan, las instituciones políticas y administrativas españolas, ajenos a reconocer la más mínima reponsabilidad en el desastre. Me temo que tiene gran parte de razón el articulista.

Como suelo recordar a menudo en el blog, lo más interesante (a mi juicio) de sus entradas no está en lo que yo escribo, meras opiniones personales que intento hilvanar con seriedad aunque la mayor parte de las veces no lo consiga, sino en lo escrito y expuesto por otras voces en los enlaces a los que remito. Por favor, no dejen de leerlos: es en ellos donde radica lo más importante de lo que "Desde el trópico de Cáncer" pretende.

Y sean felices, a pesar del gobierno y del mundo. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt







El Parlamento islandés (Reikiavik)






Entrada núm. 1836
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